Loco de Amor
Luis Emilio Pascual
Cuenta una vieja historia que un conductor se desplazaba por una autopista de los Estados Unidos a gran velocidad cuando, de repente, tras una curva, apareció un hombre de pie, en medio de la vía, agitando sus brazos de una forma desesperante. El conductor, sorprendido y asustado, tocó insistentemente el claxon para ver si así el individuo se quitaba del camino. Pero fue inútil. El hombre seguía haciendo señales de parada con sus brazos. “Debe estar loco”, se dijo, mientras pisaba el freno, provocando un fuerte chirriar y dejando dos largas marcas negras en el asfalto. Milagrosamente pudo detener el vehículo justo antes de llevarse por delante a aquel hombre. Muy enojado bajó del coche y, cerrando de un fuerte golpe la puerta, se dirigió hacia el hombre atravesado en la calzada y gritó: “¿Acaso no tienes ojos?, ¿no ves lo peligrosa que es esta carretera para detenerte en medio de ella como si nada? ¿O acaso estás loco para no ver el peligro que corres?”. “No, señor, no estoy loco -le contestó el individuo-. Lo que pasa es que el puente que está después de la próxima curva acaba de desplomarse; y sabía que, si no hacía algo, usted, en este momento, ya estaría muerto. Tuve que arriesgar mi vida para ver si podía salvar la suya”.
Quizás en la carretera de tu vida algún “cristiano loco” -como nos suelen llamar- te ha obstaculizado el paso para hablarte del Amor de Dios. Y quizás te has enojado porque “vas muy aprisa”. Quizás hoy esta glosa esté obstaculizando tu camino al robarte unos minutos. Pero ¿qué habría pasado si el conductor hace caso omiso al individuo del camino y no frena? ¿Qué crees que les pasará a los que “oyen” la Palabra de Dios y -no haciendo caso- no la “escuchan”?, ¿a los que, ciegos, no ven las mil y una señales que Dios les da cada día?
Comenzamos hoy la Gran Semana, la Semana Santa por excelencia. Y vamos a hacer presente el momento cumbre de la historia de Amor de Dios hacia el hombre, para que se vuelva a hacer realidad -Memorial- en nuestra vida. Y hay una diferencia esencial con la historia narrada más arriba: Jesús de Nazaret, el Cristo, el Señor, no solo arriesgó su vida para intentar salvar la nuestra -como hizo el “loco de la carretera”- sino que “dio su vida”. Ocupó nuestro lugar, fue “víctima de propiciación” por nuestros pecados; asumió, libre y voluntariamente, la misión de “Cordero Redentor”. San Pablo, con la fuerza del Espíritu Santo y la experiencia del Amor de Dios, pudo predicar sin cobardía: “La predicación de la Cruz es una locura para los que se pierden; más para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios y sabiduría de Dios…”.
Queridos amigos, miembros de la comunidad universitaria: desead, y pedid a Dios con insistencia en estos días santos poder pasar, como Cristo, “de la Cruz a la Luz”, “de la Muerte a la Vida”. Y no dudéis nunca del Amor de Dios. Nos lo repite insistentemente el Papa Francisco: “Dios no se cansa nunca de perdonarnos... somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón”.
¡Feliz y Santa Semana!