En el tren de la UCAM
David Caql
La vida de todo deportista de élite tiene un fin que es difícil de asimilar. Durante muchos años, desde que eres un niño hasta que superas la treintena, tu rutina es casi siempre la misma: entrenamientos y competiciones, entrenamientos y competiciones. En mi caso, todo giraba en torno a la piragua, mi entrenador, el gimnasio, los viajes, las concentraciones y las medallas. Casi no me di cuenta del momento en el que dejé de ser un chaval que competía por pura diversión, al momento en el que era un deportista olímpico que formaba parte del equipo español de piragüismo. Por eso, cuando mi mente y mi cuerpo dijeron ‘basta’ tuve que tomarme un tiempo para asimilar el siguiente paso. En ese momento lo que me apetecía era estar con mi familia y mi gente porque había renunciado a todo eso desde los quince años.
Lo más extraño de todo fueron los primeros días en los que me despertaba con el chip de que tenía que entrenar y a los pocos segundos me daba cuenta de que no era así: “No David, no tienes que ir a entrenar”. Me fui dando cuenta de que estaba un poco desubicado. Cada uno iba haciendo su vida y yo estaba ‘parado’ como esperando un tren que no llegaba.
En mi caso puedo decir que he tenido suerte en el salto a la ‘vida normal’ ya que no me faltaron propuestas para aportar mi experiencia en el mundo del deporte, como por ejemplo las que tuve de la Xunta de Galicia o en el Ayuntamiento de Cangas. De entre todas me decanté por la UCAM porque me gustaba mucho el proyecto y porque quería cambiar de aires. De Galicia a Murcia no me negarán que hay un cambio importante.
Al llegar e integrarme en el Servicio de Deportes a las órdenes de Pablo Rosique, me encontré un equipo joven y lleno de ilusión. Evidentemente cambia la forma de trabajo y me costó un poco porque no sabía cómo iría todo. No lo veía muy claro. Pero poco a poco me fui metiendo en el grupo, asumiendo responsabilidades y ahora mismo estoy muy contento con la decisión que tomé.
Es cierto que nuestro trabajo en Deportes tiene una parte de oficina y ordenador pero ha sido clave que también tenemos mucha acción fuera de las cuatro paredes. Una de esas actividades es el equipo universitario de piragüismo, al que entreno y con el que competimos en la Regata Interuniversitaria. Dos o tres veces por semana trabajamos en el Mar Menor para preparar esa cita y el contacto con el agua, con la pala y el gran ambiente de los integrantes del equipo me quitan un poco el ‘mono’ de la adrenalina de la competición. Ahora no hay tanta presión como entonces, no está en juego una medalla olímpica o una clasificación para los Campeonatos del Mundo, pero el espíritu es el mismo: arañar tiempo al cronómetro y superar al rival.
Está claro que mi vida ahora no es la que tuve en su día como deportista de élite pero estar dentro del equipo de Deportes de la UCAM y ayudar a otros deportistas es un trabajo que me gusta mucho. Está siendo una etapa muy bonita y la estoy disfrutando, por ello tengo claro que seguiré aquí porque estoy muy contento de lo que estamos haciendo.